Un artículo de Jordi Calvo, coordinador del Centre Delàs
Una guerra, o dicho en términos académicos, un conflicto armado, es según la Universidad de Uppsala, “una incompatibilidad impugnada que afecta el gobierno y/o el territorio donde el uso de la fuerza armada entre dos partes, de las cuales al menos una es el gobierno de un estado, provoca al menos 25 muertes relacionadas con la batalla en un año natural.” Como vemos la definición incluye de manera inequívoca el uso de las armas, la herramienta de las guerras.
Las armas las fabrican empresas en su mayoría de titularidad privada, pero se compran con dinero público, en su práctica totalidad. Según los SIPRI, los presupuestos militares anuales de cada país, superan con creces los dos billones de dólares. La facturación de las 100 principales empresas de armas del mundo ronda los 400 mil millones $, teniendo en cuenta que hay miles de industrias militares, casi todas a los países OTAN y su entorno, además de en China y a la Federación Rusa, no sería sorprendente que la facturación de todas ellas sea más del doble de la cifra mencionada. Es decir un porcentaje de entre el 20 y el 40% de los presupuestos militares globales son dedicados para producir, cada año, nuevos armamentos.
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